El general Manuel Belgrano: el pensamiento y la acción
Don Manuel Belgrano fue un hombre polifacético: abogado, economista político, funcionario público, periodista, diplomático, pionero de la educación pública, militar, y con ello logro muchos méritos más que lo dignificaron como uno de los Padres de la Patria.
Nació, como súbdito de un virreinato, el 3 de junio de 1770 y falleció el 20 de junio de 1820, pero, por propia decisión y compromiso, como ciudadano libre de su Patria, en una República en formación.
Inició su educación formal en el seno de una familia fraternal, que le dio tres de los dones que toda persona debe recibir: un apellido – su identidad -; una religión, el don precioso de la fe, que lo hizo prójimo y trascendente; y una educación que lo constituyó como persona digna y servicial a su sociedad.
Dedicó 16 años, el 33 % de su vida, a estudiar. Se formó en escuelas, colegios y universidades, recorrió bibliotecas, compró, estudió, atesoró y finalmente donó sus libros.
Estudió idiomas para poder leer y traducir a los clásicos universales y a las personalidades de su época. Se entregó con alegría y pasión por el saber; y gracias a ello fue un funcionario capaz, sensible, comprometido, valiente, perseverante e integro.
Fue un estadista pionero en la promoción de los Derechos Humanos, pregonando por la educación pública de nuestros niños y niñas; reivindicando el rol social de la mujer y como protector de los pueblos originarios; y para consolidar estas convicciones y acciones nos legó la bandera de «Nuestra Libertad Civil» (Declarado Símbolo Patrio Histórico de la Nación el 29 de abril de 2015; Ley Nro. 27.134), único símbolo de ese momento histórico, del que se tiene registro fidedigno de su creación, de su creador y de sus destinatarios.
Se transformó en un conductor militar extraordinario. Comandó operaciones militares en dos teatros de operaciones de nuestra Independencia, con ambientes geográficos totalmente diferenciados y difíciles, obteniendo resultados asombrosos.
Como soldado, debió primero sembrar, en las mentes y en los corazones de los ciudadanos, el germen de la confianza y de la libertad, para luego poder completar la movilización y la instrucción de piquetes de milicianos disminuidos, desorganizados, desequipados, desarmados y, los más grave, desmoralizados. Y los convirtió en ejércitos disciplinados y heroicos, hasta el sacrificio de su propia vida.
Manuel Belgrano fue el primero en atreverse a crear un modelo de enseña patria «blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional» que el mismo había inspirado, y de hacerla bendecir, y de hacerla jurar por militares y civiles, y de presentarla en batalla como un símbolo de independencia, de libertad y de soberanía política y popular, años antes del Congreso General Constituyente en Tucumán.
Honró y sublimó a las mujeres y las mujeres lo amaron a él. Dos de ellas le dieron descendencia. Fueron mujeres decididas, atrevidas valientes y plenas, y estas cualidades en una mujer de esa época les significaron alegrías pero también amargos sufrimientos.
Como hombre no pudo disfrutar del amor esponsal, ni pudo brindar el amor filial. Fue parte de su renunciamiento personal.
Fue un protagonista fundamental y fundacional de su época, respetado, admirado y envidiado, y este último sentimiento degeneró en odios y resentimientos. Tuvo una salud frágil. Sufrió enfermedades «del cuerpo y del espíritu», y por ello vivió solamente 50 años, muy pocos.
Manuel Belgrano falleció con la dignidad de quienes lo dan «todo por la Patria».
Murió en Gracia de Dios con pensamientos y palabras de esperanza, agradeciéndole por la vida recibida y deseando «solo haber sido un digno hijo de la Patria».
Eso fue nuestro Manuel Belgrano por eso, de pie frente a su historia, solo nos resta como ciudadanos comprometidos con nuestro pasado, responsables de nuestro presente y esperanzados en nuestro futuro, mantener vivo su legado y aprender a transmitir, en el lenguaje de las próximas generaciones, los valores, virtudes y cualidades que forjaron su personalidad y guiaron su vida y obra, convencidos que «Los hombres no se guiaran por preceptos abstractos de la razón pura; necesitan ver encarnados ese Ideal en una Persona al que seguirán por la sola fascinación de su Ejemplo».
Carlos María Marturet. Secretario Académico del Instituto Nacional Belgraniano.
(TELAM)