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Arturo Jauretche: «In Memorian” ¿Qué diría de nuestro presente?

El 25 de mayo de 1974 deja de existir Arturo Jauretche, exacta fecha de partida para un nacionalista de “hacha y tiza” como él. Irigoyenista de alma, fue fundador y último presidente de FORJA, Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina, en la época dura de la década infame de los años treinta del siglo pasado. En su organización estuvieron hombres insignes, Gabriel del Mazo, Scalabrini Ortíz y Homero Manzi, con quién escribió la letra de la milonga Puente Alsina. En 1993 acompañó al alzamiento armado del Coronel Misionero Gregorio Pomar con la intención de reponer al presidente derrocado, Hipólito Irigoyen. Preso tras la derrota, relató la asonada en el poema “El Paso de los Libres” con prólogo de otro Irigoyenista: Jorge Luis Borges. Eran amigos y la política los distanció, cuando Jauretche se unió a la causa Peronista.

Funcionario de Perón hasta 1950, se alejó del cargo en disidencia a lo que creía un cambio en la orientación económica y debido al trato a la  oposición. No obstante, después del 55 defendió al movimiento Justicialista; pues interpretó que amalgamaba el pensamiento nacional democrático, continuador del Irigoyenismo, con la clase trabajadora, en oposición del viejo nacionalismo conservador y de la oligarquía vernácula que, en la época, respondía a los intereses del Imperio Británico. El pacto Roca-Runciman y la creación del Banco Central, destinado a darle el control del sistema monetario y de las finanzas a Inglaterra, son las expresiones del vasallaje del Gobierno Argentino, denunciaba.

Nacionalista pragmático. No se ató a ninguna ortodoxia y estuvo siempre dispuesto a aceptar que lo nacional es un proceso popular que encuentra diversos canales de expresión según el momento histórico. Confiaba en la Juventud de la Patria. Ellos son la renovación y es lógico que así sea pues se gana con los nuevos. La lucha de los jóvenes es derribar a los entregadores, a los conductores que desorientan,  a los intereses de los explotadores y a los corruptos.

Supo interpretar la nacionalidad y el ser nacional, y como nadie describió a los tilingos, a los del medio pelo y a los vende patrias, a quien calificó de cipayos. Se ufanaba de ser el primero en usar esa palabra para describir a los entregadores de los intereses nacionales. 

Sin embargo, cabría preguntarse, cuál sería su opinión sobre la cada vez más virtual división de los argentinos y de la Argentina. Pues observaría, con ojos de baqueano, que las provincias marginales seguimos siendo  más pobres que aquellas que no integramos la geografía de la gran pampa húmeda, como lo hemos sido desde el 25 de mayo de 1810. También percibiría la frustración que siente el hombre del interior al comprender que todos los gobiernos nacionales gobernaron en función de los humores de los habitantes de la Capital Federal e intereses de la región pampeana, mientras los gobiernos y economías regionales sin ningún tipo de injerencia, fueron convidados de piedra en la mesa de discusión. 

En nuestro presente, escrutaría consternado como ese viejo estigma de la pobreza crónica  se agudizó mucho más a partir de la instalación de la democracia hace 32 años. Tampoco comprendería de que los culpables que hayan 20 millones de argentinos pobres, y de esa cifra la mitad estén por debajo de la línea de pobreza, andan suelto y gozan de buena salud. Peor aún, quedará con el alma herida cuando se entere que seguimos discutiendo que educación queremos, los niveles del educando, afanes se su vida, son paupérrimos; y que de cada cien niños que entran a la primaria solamente tres ingresan a la universidad. De estos preguntará ¿Cuánto se reciben?

Dr. Rubén Emilio García

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