Los rescatistas, bajo el mando de la Semar, tuvieron que cambiar la estrategia para acercarse a la niña, quien se ha convertido en símbolo de los esfuerzos por hallar sobrevivientes y ha sido identificada por las autoridades como Frida Sofía.

Sin embargo, no hay alumnas con ese nombre registradas en la escuela y ningún padre reclama por una niña con esa identidad. Es un misterio quién es realmente la pequeña atrapada. Además, primero se dijo que tenía 8 años, y ahora creen que tiene 12. No está claro si ella no puede expresarse con claridad o si los rescatistas no han podido comprender sus palabras.

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Los trabajadores ahora están tratando de llegar a la menor desde arriba después de romper una losa, si bien se mantiene otro acceso desde donde también procuran alcanzarla, ya que están a unos tres metros y medio por encima de Frida, quien se encuentra bajo una mesa de granito «y todo indica que eso le salvó la vida». No se ha tenido contacto visual con la niña, sino solo infrarrojo y acústico «con la voz de ella».

La lluvia sobre amplios sectores de la capital complicaba aún más los rescates, pero se siguió trabajando con escaners térmicos mientras valientes rescatistas se sumergían en estrechos boquetes de metros de largo cavados en la pila de escombros.

También los equipos de rescate del colegio Rébsamen aseguraron estar en comunicación con la pequeña.

La noticia renovó el ánimo entre los militares, cuerpos de rescate y numerosos civiles que se sumieron voluntariamente en las ruinas de la escuela Enrique Rebsamen, en el sur de Ciudad de México una de las zonas más afectadas por el sismo de 7,1 grados que deja más de 200 muertos en la capital y cinco estados.

Pero se advierte que sacar a los niños podría tomar horas.

Entre los cuerpos oficiales de rescate, un voluntario, un civil anónimo, era pieza clave: su tamaño menudo le ha permitido ingresar por un peligroso y estrecho canal y establecer contacto con Frida Sofía y a la que le ha pasado oxigeno y agua.

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La mayor parte del tiempo los socorristas piden con puños en alto que se guarde silencio.

«Estamos trabajando junto con cámaras térmicas y unidades caninas. Por momentos guardamos silencio absoluto para escuchar a los sobrevivientes. Ellos suelen gritar o golpear paredes», dijo a la AFP por teléfono Pamela Díaz, una panadera de 34 años que desde el martes trabaja en el rescate.

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El derrumbe del colegio ha provocado la muerte de al menos 21 niños y cinco adultos, según el último reporte de la Secretaría de Educación Pública, aunque otras fuentes han elevado hasta 37 las víctimas mortales, 32 de ellos alumnos.

Mientras esperan un milagro, los vecinos se acercan para conseguir más información del operativo de rescate por parte de las autoridades.

Esta tragedia sucede cuando México no ha superado aún el trauma que le dejó otro terremoto -de 8,2 grados- ocurrido el 7 de septiembre, que dejó un centenar de muertos y numerosas casas destruidas.